Prevenir los problemas infantiles

 

Explicar en qué consisten los problemas infantiles es una labor compleja,

Existen temas importantes en la educación de los hijos e hijas que generan dudas y preocupación en la vida cotidiana de las familias, en especial cuando se producen situaciones que pueden llegar a ser muy difíciles de afrontar.

La infancia tiene unas necesidades fundamentales que deben ser satisfechas, necesidades de comprender, compartir regular y usar socialmente bien las emociones, necesidades fisiológicas como comer, dormir, respirar, de socialización, de estimulación, de exploración del medio y de juego, de comprensión del mundo y de respuesta a sus temores imaginarios, de vinculación, participación y autonomía. Esto nos muestra la complejidad y las extraordinarias condiciones en que se desarrolla el ser humano.

A ello hay que añadir que cada persona es peculiar, la curiosa individualidad, que nos caracteriza, sorprende, entre miles de millones de individuos, ninguno somos igual a otro, cada uno manifestamos a nuestra manera lo que percibimos, pensamos, sentimos y actuamos en consecuencia a ello.

Cada niño o niña tiene unas actitudes, manifestaciones o conductas, que están conectadas con su propia personalidad, habrá niños o niñas más o menos capaces de expresar lo que perciben piensan y sienten, en cualquier caso, como adultos deberemos estar atentos a que están tratando de transmitir o expresar, deberemos pensar si sus necesidades están bien cubiertas, o ¡que pasa!, algo está sucediendo que no entendemos….

Cuando estas manifestaciones se suceden de forma habitual, y condicionan de manera intensa la vida del niño pasan a ser consideradas un problema:

¿Cómo manifiesta el niño o la niña que existe un problema? A través del síntoma.

Por ejemplo, un niño o niña que tiene problemas para separarse de su mamá, puede manifestar su angustia de muchas formas, haciéndose pipí, llorando desconsoladamente todas las mañanas, negándose a ir al colegio……Esto son síntomas.

Conectar con que algo está pasando es decisivo, esa es la función del síntoma, y a menudo, es la forma más adaptativa de respuesta que puede dar el niño o la niña.

Otro tema bien distinto es como lo entendemos los adultos.

 Los manuales estadísticos DSMV y CIE 10 diagnostican trastornos del neurodesarrollo partiendo de datos estadísticos:

El diagnóstico es importante de cara a la valoración psicopedagógica que se lleva a cabo en el entorno escolar, de tal forma que puedan ponerse a disposición del alumno o alumna los recursos educativos necesarios y se lleven a cabo las actuaciones específicas de intervención psicoeducativa dirigidas a intervenir de forma individualizada ante la problemática que presenta un niño o niña, que se concretarán en adaptaciones significativas individualizadas y prolongadas en el tiempo y referidas a las necesidades específicas de apoyo educativo que presente el niño o niña.

Sin embargo, existe un riesgo de etiquetar al niño o niña en una categoría, cuando lo que realmente caracteriza al ser humano es su propia individualidad. Este asunto, a veces produce un efecto en el adulto de reducción del estrés y angustia, pues de alguna manera justifica la sintomatología del niño, reduciendo el sentimiento de culpa que genera en el adulto las dificultades que surgen de la relación con el niño o niña (esto no siempre es así).  No olvidemos nunca la curiosa individualidad que caracteriza al ser humano, contradictoria, frente a las generalizaciones estadísticas de los Manuales diagnósticos.

Para los padres y madres, en muchas ocasiones, los problemas infantiles, generan incertidumbre, expectativas futuras negativas, sentimientos de impotencia, y desbordamiento. La identificación del trastorno, matiza estos sentimientos.

Sin embargo, ¿Qué efectos produce en el niño o niña la etiqueta?, ¿cómo es percibida por él o ella? Se centra en el niño o la niña la problemática y es este el depositario del trastorno. ¿Qué efectos produce esto en la autoestima del niño? ¿podemos pararnos a pensar cómo se siente el niño ante un diagnóstico de TDH? Por ejemplo.

Debemos profundizar en este asunto, ir más allá y tratar de entender que se esconde detrás del síntoma, que se esconde detrás de la rabia, la frustración, la pataleta, la angustia o el miedo… y si no podemos entenderlo, quizás sea el momento de consultar con un profesional.

No para que solucione el problema infantil, sino para que nos ayude a darle significado, a entenderlo, que ayude a nuestros hijos e hijas a conectar con la palabra, y a nosotros como padres para poder sobrellevarlo y aceptarlo, aspecto que no siempre es fácil y que genera no pocos problemas añadidos.

En muchas ocasiones los “problemas infantiles” se explican a través de datos neurofisiológicos, se identifica una dificultad, fundamentalmente a nivel del sistema nervioso, y un conjunto de síntomas específicos que caracterizan el problema. Cuidado, pues también hay que acudir al origen, analizar la historia del niño o la niña, su contexto y de la dinámica de funcionamiento familiar y escolar, y de todo aquello que constituye su mundo.

Los padres que pasan tiempo con sus hijos e hijas, suelen ser quienes mejor los conocen, como padres debemos observar y tener en cuenta, que, a su nivel, los niños y niñas tienen una forma de pensar, de ver el mundo, comunicarse, relacionarse, ajustada a su propio nivel de desarrollo y a sus necesidades, emocionales, de relación, vinculares, de alimentación, descanso, rutinas. Hay que entenderlas, estar atentos, conectar con ellas.

Cuando un niño o niña se enfada a menudo, tiene pataletas fuertes, no duerme bien no come, o no aprende, debemos pararnos a pensar que está sucediendo más allá de su conducta. También debemos de ser capaces de poder soportarlo, aceptar al niño de forma incondicional y tener la suficiente madurez para poder sostenerlo y saber distinguir si constituye realmente un problema o no. Tarea que no parece resultar nada fácil.

Hay que pensar cómo vive el niño o la niña, las relaciones familiares, sus dificultades personales, cómo se enfrenta al mundo. Cómo nos comunicamos con él o con ella. Que está sucediendo en el ambiente, y como lo entiende el niño o la niña. Cada individuo es peculiar.

Por ejemplo, cuando una niña o un niño es especialmente movido y su padre llega cansado y preocupado de trabajar, quizás le resulte difícil soportar la conducta del niño o niño, pudiendo el adulto actuar de forma inapropiada, lógicamente no somos perfectos, y son muchísimas veces las que nos equivocamos. Convivir y educar son labores bonitas, pero también complicadas. ¿Cómo entiende el niño o la niña este escenario? Y ¿Cómo lo vive? Recae directamente sobre su autoestima produciendo efectos. Es en este punto donde la comunicación es esencial. Cuando un niño o niña tiene un problema o una dificultad añadida, es comprensible que tengan lugar situaciones parecidas a la reflejada en este ejemplo.

Cuando existen situaciones complejas en la vida del niño o la niña, como la pérdida de un ser querido, la separación de unos padres, o cualquier cuestión de su vida, en combinación con otras variables, como pueden ser su temperamento, sensibilidad o forma de vinculación. El niño o la niña perciben la realidad a su manera, y a veces las experiencias son demasiado complejas como para ser comprendidas de una forma acorde a la realidad. Este es un riesgo serio para la salud mental del niño.

Es de gran importancia el intercambio comunicativo sobre aquellas cuestiones, que generan sufrimiento en la familia y son complejas, el no hablar de ellas, no evita el sufrimiento a las personas, sino muy al contrario, puede producir efectos negativos en la salud mental de los niños y de las niñas.

El niño o la niña pequeños, poseen un lenguaje no verbal desarrollado, ya que es el que utilizan antes de adquirir el lenguaje verbal. El niño o la niña, detectan más fácilmente de lo que creemos los estímulos del medio ambiente, mejor que nosotros, sin embargo el mundo en el que están inmersos es complejo, y puede dar lugar a la asociación de estímulos que en origen no tienen nada que ver entre sí y que le resultan muy difíciles de explicar, conectar los estímulos  con las palabras no siempre es fácil para el niño o la niña y puede dar lugar a errores de interpretación, porque todavía carecen de los recursos suficientes para ello. Sin embargo, ¿hasta qué punto esto queda grabado en su inconsciente y produce efectos?, pues bien, se queda grabado, y aparece desconectado de la palabra y produce efectos en la salud mental de las personas.

¿Qué podemos hacer para ayudar a nuestros niños y niñas?

Aceptar de manera incondicional al niño, con independencia de cómo es, no etiquetar, ser positivo, entender la complejidad de lo que ocurre, considerar la individualidad y la diferencia como algo positivo. Todo esto no tiene ninguna pinta de ser nada fácil, sino todo lo contrario, y más cuando verdaderamente existe un problema infantil.

Entender los problemas como elemento que nos está indicando que algo está pasando y pedir ayuda, consultar con profesionales puede ser muy útil. Detectar algo de lo que está sucediendo, y poder compartirlo y apoyarse en otras personas capaces de entenderlo, puede ser un buen inicio.

A nivel social, cuando los niños y niñas presentan dificultades, son también etiquetados, el mundo social que nos rodea, es muchas veces agresivo por sí mismo, y reacio a las actitudes que se desvían de la norma, esto no ayuda a mejorar la situación, sino muy al contrario, lo que debería ser un apoyo, constituye una barrera más, profundizando en el problema y dando lugar a conductas cada vez más desadaptativas y difíciles de controlar.  Por ejemplo, un niño o una niña que tiene dificultades para relacionarse con sus compañeros porque su conducta no es la más acertada, sufre, se siente solo y su autoestima resulta dañada. Deberíamos ser más sensibles a ello y preguntarnos, ¿qué hay detrás de la conducta de ese niño o niña? Es una cuestión compleja porque ¿Qué pasa cuando muestra su agresividad con nuestros hijos o hijas?

Las propias familias de los niños con problemas, sienten que sus hijos e hijas les ponen en evidencia, esto ¿cómo lo percibe el adulto? ¿de qué manera afecta a la relación y sentimientos hacia su hijo o hija?  ¿Cómo afecta a su estima personal de adulto?, ¿cómo se vive la falta de comprensión de los problemas infantiles de sus hijos e hijas por parte de la comunidad?

En la actualidad el Covid 19, es un problema social que está generando situaciones muy difíciles en no pocas familias.

Problemas de desempleo, falta de recursos familiares, miedo a la enfermedad, síntomas como el cansancio, ansiedad, insomnio, incertidumbre sobre el futuro. Cómo afecta todo esto al cuidado de los niños y niñas y lo más importante, ¿Cómo lo entienden y lo viven nuestros niños?, hay que dar valor al discurso de los niños, ayudarles a pensar, reflexionar con ellos, y no adelantarnos.

Los adultos debemos conectar con nuestras propias preocupaciones, para no transferirlas a los niños y niñas. Ser positivos, no dramatizar, relativizarlas en su justa medida, y si no podemos hacerlo, tratar de darles el significado que se merecen, para que el niño o la niña pueda entenderlas y elaborarlas. Lo que le pasa al adulto, le pesa al niño o a la niña y a su autoestima, y a veces, cuando uno está sumergido en esa dinámica es difícil de percibir . Si no lo entendemos nosotros. ¿Cómo lo van a entender nuestros niños y niñas?

 

Los niños y niñas manifiestan sus inquietudes a través del juego, del comportamiento, del dibujo, son su forma de desahogo, de elaborar, simbolizar y de expresarse.  El juego, los cuentos, el sentido del humor compartir la vida con ellos. Necesitan salir, relacionarse, correr y descargar energía, moverse, enfadarse, llorar, gritar, tener su intimidad, seguir rutinas estables, descansar y tiempo para estar con sus papás y mamás.

 

 

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