Hablamos de los orígenes con los niños adoptados

 

Mario estuvo viviendo ocho meses en una familia de acogida, (Marina, Juan y sus dos hijos Pedro y Alberto), hasta que sus padres adoptivos, Lucía y Andrés fueron a buscarlo. 

En una de las visitas que Mario hizo a mi consulta, tenía cuatro años, llevaba ya un año conviviendo con sus padres adoptivos; entró en la sala de juegos, contento y parlanchín, observando todo lo que encontraba con gran curiosidad. Le ofrecí una gran caja llena de muñecos, podía jugar con ella como más le gustase. Puso un bebé en una habitación y primero a Marina (la mamá acogedora), al momento la quitó y la cambio por Lucía, y ante mi sorpresa, comenzó a jugar a nacer de ella.

Posteriormente, hizo toda una fila de personajes a los cuales nombró, Marina, Juan, Pedro y Alberto (representaban a la familia de acogida), venían a visitar al bebé recién nacido. Finalmente se fueron, despidiéndose previamente y desapareciendo de la escena. En la casa quedaban Lucía y Andrés, sus padres, sentados en el sofá de la sala de estar, viendo la televisión, al lado se encontraba el cochecito, donde el bebé, Mario, dormía tranquilamente. 

En la escena y en una esquina de la habitación, aparecía también una muñeca que vigilaba que todo fuera correctamente, la llamó la vigiladora (supongo que esa era yo). Cuando su madre vino a buscarlo, Mario se puso a llorar, no quería irse. Deseaba seguir jugando.

Esta escena fue impactante para mí, este niño, me estaba contando a través del juego, lo que había vivido, Marina y después Lucía, su mamá, y parecía muy interesado en ello. Tras un año con sus padres, la familia acogedora seguía siendo importante para Mario y sus hijos también, no los había olvidado, seguían estando muy presentes. 

Lo cierto que en esta familia se había hablado mucho de ellos, de manera muy natural, se hablaba de las cosas que hacía cuando estaba en casa de Marina y Juan, y Mario a menudo explicaba sus recuerdos en esa familia, ¿Qué habría pasado si no se hubiera hablado de ellos?...

En esa misma familia, prácticamente no se hablaba de la familia biológica, era mucho más difícil. Tampoco la nombró en la escena de juego.  Mario vivió también con ellos, entonces era muy pequeño y ya no se acordaba. Sabía que había nacido de otra mamá, ¿Qué pensaba de ello?, con lo despierto que era, seguro que se había hecho alguna pregunta, no lo sabemos.  

Parece claro, que a él le hubiera gustado nacer de Lucía.

Algunos niños sienten gran curiosidad por conocer lo que pasó, pero no se atreven a preguntar, pues a menudo, el pasado es traumático y doloroso, otras veces los padres adoptivos desconocen lo que sucedió, y si lo saben sienten que es muy difícil explicarle esto a sus hijos y que estos no están preparados para saber esta información. 

Los niños, expertos en lenguaje no verbal, mucho más que nosotros, lo captan a la primera. Por eso, aunque cueste, hay que ir lanzando ideas, no con la intención de explicar, sino para que los niños vean que no pasa nada por hablar de los padres biológicos.

Los padres también tienen que estar preparados para esto, porque no suele ser sencillo. Lanzar aquello que nos viene a la mente sobre los padres biológicos, nos ayudará, y al niño también, aunque en ese momento cambie de tema o no quiera saber nada. 

Hay que observar cómo reacciona el niño en ese momento, y actuar en consecuencia. Según sea su respuesta o actitud, podremos continuar o no con la conversación, esto también nos dará una idea un poco más clara y real, de cómo vive el niño el hecho de ser adoptado.

Se habla y se celebra el día, cuando se conocieron, y se explica que hubo otra mamá de la que el niño nació, pero hay que estar atentos, a su manera de entenderlo y de vivirlo. Quizá no les guste a todos esa celebración.

LLega un momento, en que el niño cae en la idea de que algo pasó, no está con los padres de los que nació, y lo piensa, y a veces le da una solución, la que a él le sirve. Un ejemplo muy claro de esta situación, nos muestra María, adoptada al mes de nacer. A los seis años, dibujó un árbol en él había un nido con dos pajarillos, explicaba que los papás de los pajarillos se habían muerto, pero se habían arreglado entre ellos, ahora les cuidaba el árbol y habían formado una familia. 

Cuando quise entrar en detalles, no pude continuar, se negó, estaba claro que en ese momento no estaba preparada para hablar de ello, sin embargo, expresó, con una bonita historia reflejada en el dibujo lo que ella quería pensar, aquello que le resultaba más fácil de asimilar.  Su pasado, desconocido, no le era indiferente, parecía que para ella, era más sencillo pensar que habían muerto.

No podemos explicar todo de una vez y de golpe, es mejor introducir conceptos poco a poco e ir viendo que pasa, sin miedo, porque sino ese temor se lo trasladaremos al niño.

La historia siempre quedará en el aire, será una historia misteriosa si no se habla de ella, por eso, hay que ir colocándola poco a poco en su lugar, tratando de llenar ese vacío que crea el desconocerla.  Las fantasías inciertas que el niño pueda inventar, pueden ser mucho más difíciles de encajar que la dura realidad. No hay que olvidar, que cada persona es un ser único, y cada uno vive a su manera estas experiencias, y recordar que no todo el mundo tiene las mismas inquietudes por conocer sus orígenes. 

Además, hay que tener en cuenta el momento evolutivo en que se encuentra el niño, es fundamental, su pensamiento evoluciona, no piensa lo mismo a los tres años, que a los seis, a los doce o a los quince.

Es importante que antes de la adolescencia el niño haya podido ir elaborando su pasado. El cual, si no ha podido ser integrado de manera adecuada, supondrá un añadido, al complejo momento evolutivo en el que se encuentra el ya no tan niño.