El CORONAVIRUS Y LOS PROBLEMAS INFANTILES
Este último año ha sido un año muy complicado a nivel emocional, estamos pasando por un tiempo de preocupación por la salud, por nuestros seres queridos, por dificultades económicas laborales, cambios profundos en nuestra conducta social, y restricciones en nuestro derecho fundamental de libertad de movimiento. Con una sensación de pérdida de control sobre la realidad, mucha incertidumbre e inseguridad, generando sensaciones y sentimientos de angustia, ansiedad, tristeza, desesperanza en no pocas personas. Fue y está siendo devastador para aquellas personas que han tenido que ver en primera línea los efectos de la pandemia en la salud de las personas. Además de lo que ha supuesto para muchas personas la pérdida de sus seres queridos.
Los niños, con su gran capacidad de adaptación, han constituido un ejemplo, asimilando las normas y la dinámica que ha exigido la Covid 19. La vuelta al colegio, ha sido fundamental para que pudieran recuperar su vida social. El confinamiento dio lugar a una convivencia intensa en el hogar que para los niños supuso poder compartir con sus padres este tiempo, como nunca lo habían hecho compensando de esta forma la pérdida del contacto con los amigos y con la familia extensa (abuelos, tíos y primos...).
La salud emocional de los niños se encuentra conectada con la salud emocional de sus padres, y de cómo éstos últimos hayan podido o sabido gestionar los avatares de la pandemia. Las circunstancias han sido muy distintas en cada familia, y dentro de una misma familia, cada individuo lo ha vivido a su manera, porque cada persona es un mundo. En estos tiempos difíciles se hace necesario servir de ejemplo a nuestros hijos e hijas desde el ejemplo, la coherencia y la responsabilidad, evitando contradicciones entre lo que decimos y lo que hacemos. Los niños entienden el lenguaje no verbal a su manera, hay que hablar con ellos ver como entienden lo que sucede y explicarles, actuando y mostrándonos de manera coherente con dicha explicación. Es preciso seleccionar la información, adecuarla a su capacidad para entenderla y dar nuestra opinión cuando la situación lo requiera.
Por ejemplo, recuerdo una madre que me contaba que desde que teletrabajaba, situación que continúa en la actualidad, estaba mucho más nerviosa, había perdido su vida social, tener tiempo para sus hijos era algo positivo, pero necesitaba tiempo para ella, se notaba mucho más irascible con sus hijos, se había vuelto gritona y repetitiva, ¿cómo entendían esto sus hijos?. No pocos de nosotros hemos pasado por algo parecido.
Las personas, tenemos la tendencia a anticiparnos, programar y predecir lo que va a suceder para así adaptarnos a lo que está por venir. La forma en que el adulto realice esta operación produce efectos, si nos anticipamos negativa o positivamente predeciremos consecuencias distintas. Lo que ocurre en estos tiempos es que son imprevisibles e inciertos, quizá lo que tenemos que conseguir es aceptar la incertidumbre, y aceptar que no todo se puede controlar, y que las cosas no son siempre como nos gustarían, que hay cosas que se pueden conseguir y otras no y que eso es parte de la vida, hay que liberarse de la necesidad de controlarlo todo. En eso consiste estar vivo.
A partir de los cinco años aproximadamente, los niños comienzan a internalizar pensamientos propios, dialogan consigo mismos, determinando su estado emocional, su interpretación del mundo y de la realidad, narran su propia historia y su propia forma de ver la realidad. Saber qué y cómo piensan nos dará una idea de cómo se encuentran y como hacen esta narración. Los adultos tenemos la tendencia a dar muchas explicaciones a los niños (a veces no está mal), pero frente a tanta explicación se pierde el discurso de los niños, perdemos la posibilidad de conocer su mundo interior. A veces los niños no cuentan, porque los adultos queremos darles siempre respuestas, nos perdemos su autenticidad, hay que ayudarles a que ellos encuentren sus propias respuestas. ¿Cuántas veces les decimos a nuestros hijos lo que hay que hacer en cada situación, en lugar de preguntarles como lo harían ellos?, ¿sabemos cómo piensan nuestros hijos?. Preguntar es ayudar a pensar y conocer su capacidad para resolver. Es creer en ellos. De esta forma les trasmitimos confianza en sus posibilidades. Cada niño habrá vivido la situación actual de una manera muy particular. Les hemos explicado a nuestros hijos, muchas cosas sobre lo que hay que hacer o no en estos tiempos.
Recuerdo el caso de un niño que empezó a obsesionarse con el orden, no podía ver nada fuera de su sitio, y contaba las escaleras, era un niño muy exigente consigo mismo y si no hacía algo bien, pensaba que si sucedía algo malo era por su culpa, también pensaba que todo lo hacía mal, cuando comenzó el confinamiento, se sentía muy mal, pensó que lo que estaba sucediendo era culpa suya, el virus acentuó enormemente los síntomas.
Tenemos que darnos permiso para expresar las emociones negativas y explicar su sentido, los niños tienen que entender que llorar o sentirse triste, no es un signo de debilidad, que en la vida existen momentos alegres y tristes, en la medida que nosotros nos damos permiso, se lo estamos dando a ellos, hay que poder expresar y poner palabras a las emociones que surgen, desde la comprensión el respeto y la aceptación.
La pandemia también ha despertado muchos temores, si damos rienda suelta a ellos, no los racionalizamos, de allí surgen las fobias, especialmente las fobias sociales, miedo al otro, y lo que puede suponer el contacto con el otro, favoreciendo el aislamiento e impidiendo razonar de forma adecuada. Los niños no están exentos de estos temores, y pueden llegar a condicionar enormemente sus vidas.
La sociedad, está más nerviosa que nunca, es agresiva, en imágenes, información, y le cuesta mucho soportar la frustración, con la pandemia, muchos deseos se han visto frustrados, celebrar el cumpleaños, hacer actividades extraescolares, jugar en el recreo, darle mil besos a mi abuela como antes. Es importante saber esperar y entender que dejando de hacer algunas cosas estamos más cerca de poder hacerlas, además podemos sustituirlas por otras que también podemos disfrutar siendo flexibles y disfrutando de nuestra creatividad. Busquemos nuevas formas para fomentar la imaginación. Ejercer la autoridad, poner límites, actuar con determinación, usar la comunicación positiva ayuda. Los niños que pegan, son niños a los que no se les ha puesto los límites necesarios, o que han sido agredidos.
Si no se ponen límites, se eleva el nivel de excitación, un niño que necesita que le concedan todo para sentirse satisfechos, son niños que mandan en casa. Poner el límite, es decirle y explicarle al niño que hay que ir a dormir, que deje en paz a su hermano, que hay que sentarse en la mesa a la hora de comer y hacer los deberes cuando corresponde, entre otros, la autoridad consiste en decirlo y mantenerse firme en dicha decisión. Hay que ayudar al niño a contenerse. Los niños retan a sus padres, quieren ver hasta donde estos son capaces de poner límites. Las rabietas, son habituales aproximadamente hasta los tres años, cuando los niños son más mayores y siguen teniéndolas, quizás haya que plantearse que algo pueda estar pasando.
Los niños se mueven, tienen mucha energía, y necesitan descargarla, si se pasan toda la tarde sentados delante del televisor, estarán nerviosos y se desahogarán a veces peleando con el hermanito o rompiendo algo. Los niños tienen que correr, estar en la calle, jugar.
Desde que empezó la pandemia ha habido un gran aumento del tiempo que pasamos con nuestros hijos, dependerá de nuestra capacidad para mantenernos, paciencia, determinación, humor, etc…. Ser padre es algo complejo, y los padres no somos perfectos, de la teoría a la práctica hay un largo camino. Como padres tenemos también que saber aceptar que no somos perfectos y que las cosas no salen siempre como nos gustarían y que nuestros hijos tampoco son perfectos y no hacen siempre lo que nos gustaría.
En algunas familias, durante estos tiempos se han vivido situaciones de enfrentamiento, violencia y agresividad muy difíciles, que se agudizan en estos tiempos y hay padres que descargan su agresividad y su resentimiento en sus hijos, les insultan, pegan, o pegan o insultan a sus parejas. Si los padres discuten, se gritan o incluso se pegan, el niño está recibiendo agresividad. Después esos mismos padres no entienden porque sus hijos hacen lo mismo, o por el contrario están tan inhibidos que se muestran permanentemente sumisos. La circunstancia de la pandemia, han dado lugar a un aumento de estas actitudes en aquellas familias en que se dan este tipo de situaciones, agudizándose el malestar en las mismas. Hay parejas que no se soportan entre ellos y eso es muy difícil de disimular.
Durante el curso pasado, se produjo una ruptura en la dinámica de la vida escolar en los niños, existiendo muchas diferencias en la forma de dar respuesta a las exigencias escolares de cada familia. Esto se ha notado con la vuelta al cole. Hay niños que tienen dificultades para estudiar y aprobar, y familias en las que resultó muy difícil conseguir que sus hijos rindieran como se les pedía en ese momento, lo que ha supuesto un aumento de las diferencias a la vuelta al colegio. ¿Qué hacemos cuando a nuestros hijos le resulta difícil aprobar?.
Cuando un niño va bien y deja de hacerlo, algo pasa, los niños son como esponjas, lo absorben todo, cuando un niño, le pasa algo, esto cambia. Los niños deprimidos tienen menos energía y menos capacidad para interesarse por ello, si no lo está a veces es porque seguramente hay algo que le angustia que le impide rendir, si se ha muerto alguien, si sus padres se separan, sufre acoso escolar o se acaban de mudar…. Hay que tratar el origen de la angustia, y lo que ayuda es sentir que los padres lo entienden. Muchos niños sufren con los exámenes y los padres no se dan cuenta porque los niños no lo expresan.
Durante la pandemia, y especialmente durante el confinamiento, hemos pasado mucho tiempo con nuestros hijos, lo cual para muchos niños ha sido una oportunidad para pasar más tiempo con sus padres, y posteriormente, con la vuelta al cole, algunos han tenido alguna dificultad para separarse de ellos y volver a la rutina escolar. Los niños tienen que aprender a estar a solas y a aburrirse, a distraerse consigo mismos y no necesitar tanto al otro para hacerlo, poder separarse. Los bebés, tienen que aprender que sus padres no pueden estar siempre pendientes de ellos, cuando se deja al bebé solo en la cuna llora, porque no quiere estar solo, este es un aprendizaje que tienen que ir haciendo poco a poco, ir aprendiendo a separarse, camino hacia la individualidad e independencia, por eso es tan importante que los niños aprendan a dormir solos. Cuando la figura de referencia desaparece, aparece la angustia, dependiendo de la edad esta será mayor o menor, muchos padres, son excesivamente solícitos tratando de tapar esta angustia y aburrimiento, no dejando que el niño aprenda a resolverlos por sí mismos. Es un gran placer jugar con los niños, pero es importante darles iniciativa, que el niño sea el guionista, estimulando su creatividad y responsabilidad. Que el niño sea capaz de crear y dar rienda suelta a su imaginación. Los niños tienen tendencia a jugar a aquellas cosas que les preocupan, o a dibujarlas. Jugar y dibujar les permite entender la realidad y es terapéutico. ¿A que han jugado nuestros hijos durante el confinamiento? ¿Las mascarillas y el lavado de manos han estado presentes en sus juegos?, ¿Cómo se han desarrollado nuestras rutinas durante el confinamiento?. Todos tenemos alguna anécdota que contar de aquellos tiempos.
En esta época de coronavirus, el tiempo frente a las pantallas ha aumentado considerablemente en los hogares, sobre todo en la infancia y la adolescencia. La televisión y las tecnologías, han sido un gran recurso para distraer a los niños durante el confinamiento, muchos niños han pasado muchas horas delante de las pantallas, llegar a todo es difícil, se intenta hacer la cena mientras se envía un correo electrónico y mientras tanto el niño reclama atención, la tele y el ordenador les entretienen de forma muy directa y fácil. Hay otras formas de entretenerse, que también pueden ser muy divertidas. Disfrutar del tiempo en familia debería de ser una prioridad, a veces el cansancio, las circunstancias nos pueden. Los niños y las niñas suelen aprenden mejor si están en compañía de una persona adulta, en un ambiente emocionalmente positivo en el que estar junto a sus padres y madres les da seguridad y confianza.
Los problemas infantiles, cuando las circunstancias se ponen difíciles, se agudizan. Esto es lo que parecer haber sucedido este último año. Los síntomas actúan como un medidor, nos marcan que algo está sucediendo, y lo que parece observarse es un aumento de problemas emocionales en las personas, se observa una mayor gravedad de los síntomas, en los niños se observa un aumento de agresividad, problemas de conducta, enuresis secundaria, tristeza, fobias, obsesiones, problemas de aprendizaje, aumento de la dependencia de tecnologías y pantallas….
Hace ahora un año que empezó el coronavirus y la percepción de las cosas ha ido cambiando, hubo un negacionismo colectivo, nadie creía que iba a llegar a España, cuando uno ve todas las pandemias que ha habido los virus han sido derrotados por la ciencia, sobrevivimos, los virus no. No hay mejor remedio para el temor que el humor, que permite tomar distancia con aquello que es poderoso, y perder el miedo, que en ocasiones es paralizante, el humor ayuda, permite tomar distancia, poder desestresarse y volver a ello.
En cada familia se han vivido circunstancias distintas, y dentro de cada familia, cada uno las vive a su manera, entender, respetar, comunicarse, comprender, escuchar, apoyarse mutuamente permitiendo compartir emociones y darles significado, hablarles desde el ejemplo, pedirles opinión, fomenta su autoestima y su autonomía. Los niños a veces solo necesitan sentirse escuchados. La pandemia ha puesto a prueba nuestras capacidades como personas, como familia y como padres.
Aspectos relevantes que pueden ayudar a prevenir la salud emocional de los niños
1. Dar seguridad a los niños
2. Hay que explicar mediante el ejemplo y desde el momento evolutivo en que se encuentra cada niño, adaptándonos a su nivel de comprensión.
3. Los padres deben preguntar a los niños, ver que cuestiones ocupan su pensamiento, intercambio comunicativo, los niños son muy diferentes entre sí.
4. Observar el mensaje de los niños, como lo están viviendo
5. Dar valor al discurso del niño, ayudarle a pensar
6. Conectar con nuestras propias preocupaciones, para no trasmitirlas, ser positivos, no dramatizar, relativizar, explicar.
7. Los cuentos, el sentido del humor, la importancia del juego simbólico, son aspectos que pueden ayudar mucho.
8. Ir todos a una, analizar pros y contras, salir más fuertes de la situación
9. No dudar en buscar apoyo y ayuda psicológica ante la incertidumbre, desbordamiento, no esperar.
Bibliografía
El reto de ser padres (Joseph Knobel Freud)
El yo y los mecanismos de defensa. (Anna Freud)
Decálogo digital familia-coronavirus (Colegio de psicólogos, Gobierno de Aragón).
La chaqueta, hecha un lío tirada en la cama, la mochila de patinar, en el suelo, los zapatos, desperdigados por el recibidor, los juguetes en la cama, en la sala y hasta en la cocina. ¡Ordena tus cosas! – dice su padre enfadado- ¡Todo esto, fuera de aquí! A cada paso se tropieza uno con algo tuyo. Por si no tuviera ya bastante trabajo. Este desorden no se puede aguantar. ¿Cuántas veces hay que decírtelo? ¡A ver si me haces caso!
Lucía no entiende porque se enfada su padre, recoger las cosas le parece una tontería y una pérdida de tiempo. ¿Para qué voy a recoger las cosas si después tengo que volver a sacarlas? ¡Que lata! Piensa con impaciencia.
No tengo ganas de ordenar esto. Hay cosas más importantes que hacer.
Cuando su padre ya no puede más es él quien recoge los juguetes.